Si cualquier vida es un proyecto, el querer dedicarte a esta profesión lo es aún más. Llevo toda la vida en esto, casi cuarenta años. Y aquí estoy en mi última reinvención, por ahora.

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Primera etapa: BARCELONA, EL VERTIGO

Cuando a los veinte años ingresé en el Institut del Teatre de Barcelona como alumno de interpretación pensaba que iba a estudiar un oficio y resultó ser una forma de vivir. Me alegra haberme ido allí, fue un cambio de ciudad, de carrera, de idioma. Todo eran ilusiones y expectativas, así empecé. Siempre me estaré agradecido por haber tomado aquella decisión y a las personas que me guiaron.

En aquel tiempo el Institut era una isla, aún en aquella Barcelona de 1973 tan diferente al resto del país, y si te zambullías en aquellas aguas podía resultarte bastante contradictorio ya que el mundo alrededor era completamente diferente y comparándolo, muy poco interesante.

No esperé a acabar la carrera para empezar a trabajar como actor, en contra de la opinión de mis profesores, así que compaginaba representaciones y clases. Y la realidad me demostró que una cosa era lo que estudiaba y otra la que se aplicaba en escena, incluso por los mismos que me enseñaban. No me arrepiento ni echo nada en cara, supongo que era la misma contradicción que vivía el país, entre lo que quería ser y lo que era. Al finalizar los estudios, circunstancias personales y el choque que me produjo encontrarme en la calle como “actor” me empujó a hacer las maletas y marcharme una temporada a Londres. Un encuentro con el mundo, una mirada hacia mí mismo y hacia mi país a miles de kilómetros. Trabajé en el Globe Theatre en Shaftesbury Avenue…de acomodador y vendedor de helados. Ese teatro ha cambiado, ya ni se llama así, como también aquel chico que todo lo vencía con entusiasmo. Unos meses más tarde volví a Barcelona, trabajé y sentí que aquella etapa estaba acabada. En contra de las opiniones y consejos de amigos y compañeros seguí mi camino. La impaciencia no es una cualidad pero…


Segunda etapa: VALENCIA, LA VELOCIDAD

Volví a Valencia con 25 años. Yo era alguien muy diferente al que se había ido cinco años antes y también la ciudad. No fue un deseo romántico el volver a mi lugar de nacimiento. Salvo mi familia nadie me ataba allí ya que los amigos de mi época anterior habían desaparecido de mi vida. Me habían seleccionado para un programa de televisión que se rodaría en septiembre en Madrid y tenía todo el verano por delante. Valencia estaba viviendo un momento como nunca se ha vuelto a repetir. La ciudad, siempre me ha gustado ese punto moruno, olía a seducción y juego, a libertad. Actuaciones y conciertos se sucedían por cualquier sitio. Contacté con un compañero de la época de Barcelona y en medio de todo aquello nos lanzamos a montar un espectáculo de cabaré. Cuando me di cuenta estaba viviendo allí en medio de toda la gente que intentaba sacudir la imagen provinciana que tenía la ciudad y poniendo en valor lo que la diferenciaba. Me vi presentando conciertos de rock, festivales y fiestas. Nuestro espectáculo resultaba tan insólito que funcionó, con boicot de la ultraderecha incluido. El programa de televisión nunca se hizo y yo viví una de mis épocas más creativas y libres acompañado por gente que sigue siendo importante en mi vida.

GALOPA Y CORTA EL VIENTO

Y sin comerlo ni beberlo me vi dirigiendo un Shakespeare, ni más ni menos. Un año antes había sido becado por el Centro Dramático Nacional como asistente de dirección del teatro María Guerrero. ¿Un accidente? Por entonces allí mismo se convocó un taller con John Strassberg, hijo de Lee Strassberg director del Actor’s Studio de Nueva York, yo tuve claro que ese taller lo tenía que hacer y me presenté a la selección de actores cuando ya estaban todas las plazas cubiertas pero….había una posibilidad. Además de actores iban a asistir a las clases jóvenes directores. Y ahí fue la mía, entré en el curso aunque nunca ejercí como alumno-director sino como actor. De allí salieron becados jóvenes directores para el Centro Dramático y me eligieron a mí entre otros, más contradicciones aún. Por extraños juegos del destino empecé a conocer un oficio, el de director, que marcaría mi futuro y que ocuparía casi totalmente los siguientes treinta años de mi vida profesional.

Tercera etapa MADRID, DESTINO HASTA HOY

A veces las ciudades viven épocas doradas. Yo tengo la sensación de haber coincidido mi momento vital con los de algunas ciudades en las que he vivido. En Madrid he desarrollado mi carrera hasta hoy, actor, director, productor y profesor. Como si de una compleja y poliédrica universidad se tratara, mi trabajo y sus propios condicionantes me han hecho formarme, conocer, viajar, y en fin, ampliarme mentalmente para saber entender que cualquier idea, como si de una joya se tratara, puede ser estudiada de muchas y variadas formas. He tenido la inmensa suerte de poder aprender de personas magníficas y de otras que no lo fueron tanto pero está bien, para poder seguir uno debe saber distinguirlas. La duda ha sido una magnífica compañera de viaje, a veces también tortuosa, y siempre me he traicionado cuando no me he hecho caso, cosa que ha ocurrido en varias ocasiones. A pesar de mi edad siempre necesito estar probándome, hace poco tiempo sentí que necesitaba encontrar el entusiasmo que había perdido. Después de tantos años dirigiendo he vuelto a trabajar como actor. Ha sido una elección vital, un reencuentro conmigo mismo. No desecho nada, ni puedo ni quiero, que dirija o que actúe depende tanto de mí como de los demás, de todos y de nadie.

Vivo el momento de la búsqueda del niño que se disfrazaba en el trastero y montaba rituales con las figuras de indios y vaqueros. Este es el momento que vivo, junto a la puerta y con una maleta.

José Luis Sáiz